jueves, 7 de enero de 2010

Salpicón de pollo


Cerca de la oficina donde trabajo hay un kiosco donde en una época pedía comida todos los mediodía. Después vino la crisis mundial, la inflación, etcétera, y tuve que reducir mi presupuesto en almuerzos. Me hice habitué al taper y la comida fría. Sin embargo de vez en cuando levanto el teléfono y pido un salpicón de pollo que llega con una velocidad increíble. Más de una vez me pregunté si Gaby, el hijo de la dueña del kiosco y delivery andante, tiene poderes que le permiten teletransportarse. En fin, ¿a qué viene todo esto?, se preguntará usted. Como no sabía bien qué escribir se me ocurrió hacer un salpicón. ¡Ahí va!
Riquelme. Todos los años Riquelme empieza con una promesa. Que quiere jugar mejor que en 2007, que quiere ganar la Copa, que quiere ganar el Mundial, etc. Este año no fue la excepción. El Mundial, sabemos, no lo va a ganar (algunos pocos guardan una pequeña esperanza de que vuelva a vestir la celeste y blanca). La Copa lamentablemente tampoco. La Copa de Verano tampoco ("prefiero perder todos los partidos de verano y ganarle a Argentinos por el torneo argentino"). Entonces solo quedaría el torneo Clausura. Aunque a todos los que nos gusta ver jugar a Román sabemos que lo único que nos importa es verlo en gran nivel y nada más.
La muerte de Sandro. Me enteré de la muerte del gitano de una manera extraña. Volvía de Punta del Este y el chofer del autobús decidió hacer una parada en Canelones (“¡este pueblo tiene nombre de raviol!”, dijo un chico que estaba sentado atrás mío). Bajé para comprar unas galletitas. Había un ejemplar del diario El País. A todo esto debo decir que en los diez días que estuve en Uruguay apenas me enteré de los sucesos nacionales. El titular del diario decía con letra de molde: “Murió el gitano”.
Lost. No suelo mirar series y cuando apareció Lost y se hablaba de ella como si fuera el maldito elixir de la vida me asusté de tal manera que dije: “No voy a ver esta mierda, no quiero terminar como estos freaks”. Eso fue por algunos años. Hace algunos meses que mi hermano Máximo y su novia empezaron a verlo. Un par de veces me invitaron a verlo pero yo me negué (a todo esto ellos empezaban a actuar como freaks y decir que “Lost” es el maldito elixir de la vida). El día que empecé a ver “Lost” fue en Año Nuevo. Todavía se escuchaban algunos fuegos artificiales y yo me había convertido en un freak.
Un oso polar en la playa. ¡No se asuste! Esto todavía no ha ocurrido. Pero hace un par de días durante mi veraneo en el Este charrúa vi algo que se le asemeja, no solo por la pelambre que cubría todo su cuerpo, sino probablemente por sus ideas políticas. No podía no cruzarme a un famoso en Punta del Este. Y este año me cruce a Rodríguez Larreta.
Roberto Bolaño (y César Aira). Hace un par de meses mi amigo Morphine me prestó la novela Los detectives salvajes la cual me había rehusado a comprar en más de una ocasión por su elevado precio. Sin dudas está en el podio de los diez mejores libros que he leído. En una entrevista a Playboy (la última que dio antes de morir) la periodista Mónica Maristain le pregunta si no le hubiese sacado algunas páginas a la novela. Con gran humor Bolaño contesta: “No. Para sacarle páginas tendría que releerlo y eso mi religión me lo prohíbe”. En el trayecto Punta del Este-Colonia empecé a leer Entre paréntesis una especie de autobiografía que consta en su mayoría de artículos que publicó entre 1998 y su muerte en 2003 en diversos medios. Uno de esos artículos lleva como título “Derivas de la pesada”. Esto se relaciona con otro autor que estuve leyendo en mi corta estadía esteña: César Aira. Mi amigo JD (¡bienvenido de vuelta a este blog!) me prestó Los misterios de Rosario. De todos modos no es ese el que leí. Como todos los años me autoregalé para navidad algunos libros. Como me hice monja es uno de ellos. Volviendo a Bolaño, en el artículo mencionado el escritor chileno habla de la deriva que ha tenido la literatura argentina luego de la muerte de Borges, y marca tres puntos de referencia de la literatura argentina en la actualidad: Osvaldo Soriano, Ricardo Piglia (el sucesor de Roberto Arlt, según Bolaño) que representa lo que él llamaría la literatura del yo, de la subjetividad (“Ojo, no tengo nada en contra de las autobiografías, siempre y cuando el que la escriba tenga un pene en erección de treinta centímetros”). El tercero sería César Aira que continua con el legado de Osvaldo Lamborghini, autor que no leí y de quien sólo sé que tiene apellido de auto de lujo. Ahora volvamos a Aira. Ya me lo había advertido mi amigo JD, probablemente me iba a gustar las primeras páginas y después iba a querer matarlo (o matarme a mi mismo). Aira tiene una extraña habilidad para infringir todas las reglas de la literatura y sus novelas (al menos la que leí yo) es lo más parecido a un sueño. Pero ya me estoy extendiendo demasiado y esto iba a ser sólo un salpicón.
Los mejores diez momentos de mi vida. En “Lost” el personaje de Charlie hace una lista con los diez mejores momentos de su vida. Ayer se me ocurrió hacer lo mismo. Hice un esfuerzo por recordar y enseguida me dieron ganas de llorar. Mejor hago otra cosa, pensé. Le puse un velo a mis recuerdos y a otra cosa.
Salpicón de pollo. Receta: arroz, pedacitos de pollo, poquito de lechuga, huevo, choclo, etc.


2 comentarios:

JD dijo...

Grande Robert! estoy por terminar los detectives, me anticiparon que el final es para caerse de culo.. mamita.

El anacoreta dijo...

¿que hay detras de la ventana?
Claro que vos me hablaste primero de los detectives salvajes, tomi solamente me lo presto lo que no deja de ser algo importante.
Ahora le estoy dando a 2666

abrazo jD