Los americanos cuando están tristes utilizan para referirse a ese estado la palabra “blue”. Si yo mañana me despertara y le dijera a mi mamá que estoy azul es probable que me tocara la frente para ver si tengo fiebre o directamente creyera que estoy loco. El blues supo sintetizar mejor que cualquier estilo este estado de ánimo tan conocido por el hombre. Pero fue Miles Davis quien le terminó de dar sentido a esta palabra en su disco más famoso, Kind of blue, que grabó con aquel quinteto de la muerte en 1959. El tridente ofensivo conformado por el propio Miles en la trompeta, Bill Evans al piano y John Coltrane en el saxo tenor, no tiene nada que envidiarle al tridente Higuaín-Messi-Tévez. Con el veloz Coltrane como el guapo que encara y deja defensores tirados en el suelo, un prolijo y técnico Evans, y un no tan habilidoso Miles en el papel de conductor, este equipo se llevaba puesto a cualquier rival. Hay que mencionar también el aporte de Paul Chambers en el contrabajo, el equilibrista, y en batería al mariscal Jimmy Cobb, único sobreviviente de este seleccionado de músicos que difícilmente hubieran pasado el examen antidoping. Banco de suplentes de lujo con Wynton Nelly que reemplazó a Bill Evans en “Freddie Freeloader” y Cannonball Adderley que ingresaría en el complemento para interpretar “Blue green” con su saxo alto.
Kind of blue marca un momento clave en la historia del jazz y de la música en general. Marca el final del be-bop, que había revolucionado el jazz a fines de los 40’, y para algunos el fin del jazz, que perdería terreno dentro de la música popular con la llegada avasallante del rock, que deleitó a las nuevas generaciones como no lo había hecho ninguna música anteriormente. Pero Miles Davis no se quedó ahí. El nombre de la canción que abre el disco (“So what?”) explica esa postura de no quedarse nunca quieto, estar siempre un paso adelantado y con un ojo puesto en el futuro. Este disco no sería el último aporte de Miles Davis al jazz. Es probable que él sólo haya comandado cuatro o cinco revoluciones en su vida. Primero fue la implementación del jazz modal (improvisar sobre acordes y no sobre canciones) en Kind of blue, que a partir de ahí se convertiría en el método oficial de improvisación para los jazzeros. En los 70’ lograría la fusión con el rock a partir de su disco “Bitches brew” (1969) que marca el comienzo del jazz-rock. En los 80’ sorprendería a todos no solo con el cool jazz, sino con sus vestimentas excéntricas y coloridas y sus trompetas azules, rojas y negras. Antes de morir, en 1991, editaría el disco “Doo-bop” que incursiona en el hip hop de forma embrionaria. Hay pocos casos de artistas que hayan sobrevivido a tantas modas, incluso siendo protagonistas de cada una de ellas. Se me ocurre el caso de Charly García que participó de la corriente folk con Sui Generis a principios de los 70’, se subió al tren del rock progresivo con La Máquina de hacer pájaros, creó esa cosa única e incomparable que fue Serú Girán y después sería uno de los principales referentes nacionales del pop de los 80’ (influenciado principalmente por Prince) grabando discos geniales como Clics modernos y Piano bar y produciendo a bandas como Los abuelos de la nada, Los Twist y Virus.
Miles Davis, además, escapa al estereotipo del músico de jazz. Para empezar, su droga predilecta no era la heroína, como lo fue para Charlie Parker y gran parte del mundo del jazz en la década del 50’, sino la cocaína. Además Miles solía pasearse con mujeres hermosas, codearse con las celébrities del mundo del espectáculo y hasta dijo después de escuchar a Jimi Hendrix: “Yo quiero sonar más fuerte que este tipo”. Y no solo eso. Se percibe una actitud punk en su manera de tocar la trompeta. Sin tener el talento de otros trompetistas, Miles logra cautivarnos con el sonido apacible de esas notas extensas y envolventes (más adelante lo reemplazaría por el uso abusivo del chirrido). Miles, tanto como Bill Evans, levantan la bandera de la simplicidad en un género donde predomina el virtuosismo y el velocismo. Donde tocar bien a veces equivale a ver quien toca más notas en menos tiempo. Recuerdo una escena de Bird, la genial película sobre la vida de Charlie Parker dirigida por Clint Eastwood, donde un perdido Charlie Parker roba un saxo durante un concierto de rock n’roll y dice: “quería ver si podía tocar más de dos notas a la vez” (refiriéndose a la simplificación en que estaba cayendo la música). Uno de los miembros del tridente infernal, justamente, sería en la década siguiente uno de los máximos exponentes del free jazz, que con su estilo irritantemente veloz abusó del jazz modal convirtiéndolo en una música inentendible. Es el caso de John Coltrane.
Este es el último disco que grabaron todos juntos como quinteto. Inmediatamente Bill Evans, que solo había vuelto al grupo para grabar este disco (¡grabado solamente en dos sesiones!) retomaría su trabajo como solista. Sería quien llevaría el sonido trío a su máximo potencial y esplendor, por ejemplo, en discos como Waltz for Debby (1961). John Coltrane seguiría un tiempo junto al grupo pero rápidamente sería reemplazado por Cannonball Adderley. Miles volvería a formar bandas inolvidables, especialmente por su paladar para reclutar a jóvenes talentos como Chick Corea, Herbie Hancock, Micke Stern, John Scofield, Wayne Shorter, etcétera. Pero ninguno de esos grupos lograría alcanzar la magia que logró ese quinteto en Kind of blue, ni Miles volvería a ser el mismo pasando muchas veces a tener un rol secundario.
Es curioso que los personajes de Tokio blues, la novela de Haruki Murakami cuyos personajes tienen una especial tendencia a la depresión y a pensar que el mundo es una mierda (y al suicidio a veces), mencionen varias veces a Kind of blue. Es un ejemplo de que la influencia de esta joya discográfica ha llegado a todas partes, además, convirtiéndose en el disco más vendido de la historia del jazz. Un disco que cualquiera con un mínimo de gusto musical puede escuchar y experimentar lo que se siente esa especie de tristeza, aunque no sea esa la palabra adecuada. ¿Cómo decirlo? Y si, vieja, puede que tenga un poco de fiebre, este disco me dejó tonto.
Kind of blue marca un momento clave en la historia del jazz y de la música en general. Marca el final del be-bop, que había revolucionado el jazz a fines de los 40’, y para algunos el fin del jazz, que perdería terreno dentro de la música popular con la llegada avasallante del rock, que deleitó a las nuevas generaciones como no lo había hecho ninguna música anteriormente. Pero Miles Davis no se quedó ahí. El nombre de la canción que abre el disco (“So what?”) explica esa postura de no quedarse nunca quieto, estar siempre un paso adelantado y con un ojo puesto en el futuro. Este disco no sería el último aporte de Miles Davis al jazz. Es probable que él sólo haya comandado cuatro o cinco revoluciones en su vida. Primero fue la implementación del jazz modal (improvisar sobre acordes y no sobre canciones) en Kind of blue, que a partir de ahí se convertiría en el método oficial de improvisación para los jazzeros. En los 70’ lograría la fusión con el rock a partir de su disco “Bitches brew” (1969) que marca el comienzo del jazz-rock. En los 80’ sorprendería a todos no solo con el cool jazz, sino con sus vestimentas excéntricas y coloridas y sus trompetas azules, rojas y negras. Antes de morir, en 1991, editaría el disco “Doo-bop” que incursiona en el hip hop de forma embrionaria. Hay pocos casos de artistas que hayan sobrevivido a tantas modas, incluso siendo protagonistas de cada una de ellas. Se me ocurre el caso de Charly García que participó de la corriente folk con Sui Generis a principios de los 70’, se subió al tren del rock progresivo con La Máquina de hacer pájaros, creó esa cosa única e incomparable que fue Serú Girán y después sería uno de los principales referentes nacionales del pop de los 80’ (influenciado principalmente por Prince) grabando discos geniales como Clics modernos y Piano bar y produciendo a bandas como Los abuelos de la nada, Los Twist y Virus.
Miles Davis, además, escapa al estereotipo del músico de jazz. Para empezar, su droga predilecta no era la heroína, como lo fue para Charlie Parker y gran parte del mundo del jazz en la década del 50’, sino la cocaína. Además Miles solía pasearse con mujeres hermosas, codearse con las celébrities del mundo del espectáculo y hasta dijo después de escuchar a Jimi Hendrix: “Yo quiero sonar más fuerte que este tipo”. Y no solo eso. Se percibe una actitud punk en su manera de tocar la trompeta. Sin tener el talento de otros trompetistas, Miles logra cautivarnos con el sonido apacible de esas notas extensas y envolventes (más adelante lo reemplazaría por el uso abusivo del chirrido). Miles, tanto como Bill Evans, levantan la bandera de la simplicidad en un género donde predomina el virtuosismo y el velocismo. Donde tocar bien a veces equivale a ver quien toca más notas en menos tiempo. Recuerdo una escena de Bird, la genial película sobre la vida de Charlie Parker dirigida por Clint Eastwood, donde un perdido Charlie Parker roba un saxo durante un concierto de rock n’roll y dice: “quería ver si podía tocar más de dos notas a la vez” (refiriéndose a la simplificación en que estaba cayendo la música). Uno de los miembros del tridente infernal, justamente, sería en la década siguiente uno de los máximos exponentes del free jazz, que con su estilo irritantemente veloz abusó del jazz modal convirtiéndolo en una música inentendible. Es el caso de John Coltrane.
Este es el último disco que grabaron todos juntos como quinteto. Inmediatamente Bill Evans, que solo había vuelto al grupo para grabar este disco (¡grabado solamente en dos sesiones!) retomaría su trabajo como solista. Sería quien llevaría el sonido trío a su máximo potencial y esplendor, por ejemplo, en discos como Waltz for Debby (1961). John Coltrane seguiría un tiempo junto al grupo pero rápidamente sería reemplazado por Cannonball Adderley. Miles volvería a formar bandas inolvidables, especialmente por su paladar para reclutar a jóvenes talentos como Chick Corea, Herbie Hancock, Micke Stern, John Scofield, Wayne Shorter, etcétera. Pero ninguno de esos grupos lograría alcanzar la magia que logró ese quinteto en Kind of blue, ni Miles volvería a ser el mismo pasando muchas veces a tener un rol secundario.
Es curioso que los personajes de Tokio blues, la novela de Haruki Murakami cuyos personajes tienen una especial tendencia a la depresión y a pensar que el mundo es una mierda (y al suicidio a veces), mencionen varias veces a Kind of blue. Es un ejemplo de que la influencia de esta joya discográfica ha llegado a todas partes, además, convirtiéndose en el disco más vendido de la historia del jazz. Un disco que cualquiera con un mínimo de gusto musical puede escuchar y experimentar lo que se siente esa especie de tristeza, aunque no sea esa la palabra adecuada. ¿Cómo decirlo? Y si, vieja, puede que tenga un poco de fiebre, este disco me dejó tonto.
4 comentarios:
tengo ganas de llorar
gracias Mauro por comentar este post que hace honor al titulo del blog. Un blog de anacoretas no debería ser tan comentado como este (?).
Cada tanto, antes de dormir, tengo una necesidad imperiosa de escuhar Kind of Blue.
Para cuando el post del los autenticos decadentes o del vilma palma? :P
Sos genial. ¿Qué le podría agregar a todo lo que escribiste? Recuerdo la noche en que escuché el Kind Of Blue por primera vez, el calor de enero hacía espeso el aire de mi habitación, era un sábado y estaba completamente encerrada, las melodías compatibilizaban con mi tristeza pero de alguna manera la teñían de otro matiz.
¡Ahora me tentaste y tengo ganas de esuchar este antes de irme a dormir! Es tan...perfecto, que es un disco que nos va a acompañar el resto de la vida.
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