sábado, 13 de febrero de 2010

Anacoreta en retrospectiva: Entrevista a Inés Garland


El Anacoreta entrevistó a la escritora argentina Inés Garland, autora de "La reina perfecta" entre otros, en septiembre de 2009. A continuación vuelvo a reproducir la nota que no podían dejar de leer los nuevos lectores del blog y algún que otro desprevenido.

“Perdón, me agarrás cocinando”, dice Inés. El olor a cebolla se siente por todo su departamento ubicado sobre la Avenida del Libertador. “No estoy llorando ¿eh? Es la cebolla”, agrega. Tiene puesto un delantal de cocina sobre el jogging y el buzo. Hace un rato llegó de su habitual corrida por el Rosedal y ahora está cocinando para su hija Abril que todavía no volvió del colegio. Inés Garland no se siente identificada con la figura del escritor loco que está todo el día escribiendo. “Me doy cuenta que tengo muchos rasgos que comparto con otros escritores, pero me parece que tengo otra manera. Tengo mala memoria, soy mucho menos académica, y además hago muchas otras cosas. No es una cosa a la que me dedico las veinticuatro horas del día”.
Se acaba de editar, por Alfaguara, su última novela “Piedra, Papel o tijera”. Es sabido que Inés recurre a lo autobiográfico en sus relatos. Por eso al caminar por el living de su departamento uno no puede dejar de buscar pistas que lo conecten con su novela. Sobre uno de los muebles hay una foto en blanco y negro de una chica rubia entre los juncos. Esta novela cuenta la historia de Alma, Marito y Carmen. Alma es una chica de clase alta que va todos los fines de semana a una isla en el Tigre. En una inundación va a conocer a unos isleños, Marito y Carmen.
En tu última novela contás la historia de una amistad entre tres chicos de diferente clase social que a medida que crecen se van a chocar con esta diferencia. ¿Por qué quisiste contar esta historia?
Nunca me había preguntado por qué quise contar esa historia. No sé si quise contar esa historia o apareció. Yo creo que es algo que tiene que ver con lo que hay detrás de las apariencias, que es algo más esencial que para mí une a las personas y las une más allá de las diferencias aparentes. Y es algo que yo siento muy profundamente en mi vida, el vínculo con los demás que no pasa ni por la clase social, ni por el aspecto físico, ni por la edad. Pasa por otro lado.
¿Lo que contás en la novela es algo que te pasó a vos personalmente?
A mí no me pasó lo que pasa en la novela. Ni me enamoré de un isleño, ni nada que se le parezca. Me pasó que tengo amigos de diferentes lugares, países, orígenes sociales e ideologías, y no tengo nunca la sensación de que algo así me separa de otra persona. Quizás en una relación amorosa pasaría, no sé. Nunca tuve una relación de pareja muy desigual en cuanto esas cosas. Pero igual nunca sentí que me afectara eso. A lo mejor es un ideal que tengo yo. Esas cosas no deberían inhibir.
¿Qué es lo autobiográfico para vos?
Existe lo autobiográfico cuando las personas que escriben están totalmente ligadas a lo que se cuenta. Yo soy bastante autobiográfica, o mejor dicho autorreferente que no es lo mismo. Escribo mucho desde lugares que son míos, maneras que tengo de ver o de sentir. Los protagonistas tienen bastante que ver conmigo. Sin embargo, los otros personajes que creo son inventados. O sea, cuando me dicen que soy autobiográfica se refieren a los protagonistas, pero los demás personajes no son así. El problema sería si todos los personajes fueran iguales. Pero hago mucho cóctel. De diferentes personas, hago un personaje. De diferentes situaciones que me pasaron, hago un cuento. Por ejemplo, en “La reina perfecta” lo de la mujer que entra al cuarto de la chica, eso no me pasó jamás. Y yo lo hice porque era necesario para el cuento.
¿Y eso te genera problemas con tu familia o tus amigos?
Sí, pero ya se acostumbraron. Igual yo siento como escritora que la lealtad es hacia la escritura, a lo que estás inventando. Si yo hago una mamá parecida a mi madre, por ejemplo, pero mucho más mala, mamá se va a sentir herida. Pero bueno, lo siento. El cuento te lo pide y lo hacés. Y ahí tenés que ser descarnado. No es fácil.
Tus personajes suelen ser muy reflexivos o les pasa como a Alma, que sentía que no formaba parte de ningún grupo.
Eso es una sensación que he tenido muchísimo, la sensación de no pertenecer a ningún lado. Que a lo mejor es un modo de mirar la vida de los otros también, de pensar que los otros están más unidos entre sí de lo que en realidad están.
¿Y eso te acercó a la literatura?
Sí. Te lo decía y pensaba si eso sería el huevo o la gallina ¿no? Yo de chiquita leía muchísimas horas y me pasaba muchas horas soñando despierta. Mientras mis hermanas y mis primas jugaban yo estaba en mi mundo, en mis fantasías, leía horas y horas, e inventaba cosas. Pero siempre tuve esa sensación doble. Por un lado la lectura y la escritura me consolaban de esa otra sensación de ser como de otro planeta. Ahora se suavizó, pero era muy fuerte en mi adolescencia.
¿Cuál es tu tema literario, el que más te obsesiona?
Yo diría que mi tema es el modo de salir al encuentro de los otros y la necesidad de encontrarme con otras personas. Y algo así como un anhelo o un hambre que hay en la mayoría de mis personajes. Y, por lo general, los protagonistas de lo que escribo fracasan en eso. Es como si se encontraran con una pared. Y eso tiene que ver con una sensación que a veces tengo yo. Por ahí es porque es una necesidad muy profunda y a lo mejor exagerada con respecto a la posibilidad que tienen los seres humanos de encontrarse. Pero me costó muchísimo trabajo, y muchísima tristeza, darme cuenta de que a lo mejor es una fantasía que no se cumple.
De golpe se siente un olor extraño. “Hay olor ¿no?”, dice Inés. “¡La cebolla!”, grita y sale corriendo hacia la cocina. Lolo, el gato que le regaló a su hija, da vueltas por el living. Afuera la lluvia cae sobre una Buenos Aires gris. “Viste que no se puede cocinar y hacer entrevistas a la misma vez”, dice cuando vuelve. “¡Lolo, baja de ahí!”, le ordena Inés al gato que ahora se subió a uno de los estantes de la biblioteca. “Cuando hay invitados se asusta”, dice Inés y se vuelve a sentar. El gato no hace caso.
¿Te sorprendió que “Piedra, papel o tijera” fuera editado en una edición para jóvenes?
Me sorprendió, pero no me molestó. Porque además me parece que ellos saben. Es una colección de la que me siento honrada de participar. Tiene muy buenos libros.
¿Qué les recomendarías a los chicos que están empezando a escribir?
Si tengo que resumir, les diría que no piensen tanto que tienen que demostrar algo a través de la escritura sino que piensen en expresarse y que escriban. Que se metan a fondo consigo mismos, con lo que piensan, con lo que sienten. Que no truchen, que no quieran dar una imagen de sí mismos. Y que laburen como carpinteros. Pero lo primero es esa honestidad, como una cosa de no tener pruritos a la hora de exponer lo que somos.


3 comentarios:

valeria dijo...

Que interesante leer una entrevista sobre esta escritora sobre la cuál aún no tuve el gusto de leer ninguna obra. Parece que voy a tener que dedicarle un poquito de tiempo y comprarme algún libro… ¿por cuál me recomendás que empiece? Me gustó eso que leí sobre su personaje Alma, porque me sentí identificada.
Me encantó su consejo final y espero algún día darle rienda suelta a mi pasión por la escritura y ver si puedo llegar a algún resultado que me deje conforme.
Debo confesar que me encanta cuando me decís que al leerme te acordás de Rayuela, ojala algún día le llegue aunque sea a los talones al querido Julio… ¡pero aun estoy tan lejos!
Con respecto a lo que me dijiste sobre las palabras y los sentimientos…yo creo que expresarse escribiendo es hermoso…pero que hay sentimientos que se nos escapan de las palabras porque se nos quedan plasmados en el alma y no hay letras que los definan.
¿Por qué esa agresión hacia Freud? (tranquilo, yo a veces me canso tanto de leerlo que también termino agrediéndolo e incluso llegamos a tener peleas muy acaloradas por pensar de modos diferentes) Pero con respecto al arte Freud sostenía que era una forma de sublimar nuestros deseos y de desviar la libido. En este punto estoy de acuerdo porque lo que escribí es un claro ejemplo de sublimación de un deseo que prefiero (cómo vos decís) guardarlo como un mensaje en una botella y esperar a ver si algún día llega a su destinatario.
Gracias por leerme y comentar tan lindo. Un fuerte abrazo Manu!

Anónimo dijo...
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valeria dijo...

Manu, mis estaciones favoritas también son el otoño y el invierno...(¿Será el síndrome del blogger? jaja), creo que más que nada porque el calor sofocante me desquicia, porque me gusta la ropa abrigada, el café, el té...el chocolate...y bueno, obviamente actividades como leer un libro, ver una película...se disfrutan más en esas épocas...¿pero para qué enumerar una lista que podría ser infinita y que seguramente ya conocés muy bien?
Con respecto a Lisandro te aseguro que en vivo es genial, a mi me sorprendió muchísimo. No fui con muchas expectativas y terminé boquiabierta. Es subjetivo obviamente pero creo que en gustos generales todos salimos encantados. Las versiones de las canciones cambian y el ambiente que se genera es realmente muy cálido y se disfruta mucho, por suerte hasta tuve la oportunidad de verlo en primera fila así que fue muy emotivo.
Ya apunté el libro de Inés que me dijiste así que espero conseguirlo. Me gustó mucho cómo se expresó en la entrevista y por eso me dieron ganas de leerla.
Y retomando mis palabras sobre Darwin, a mi también me cuesta pensar que somos descencientes del mono...pero más me cuesta creer en Adán, Eva, el pecado original y...blabla, así qué como siempre digo y Nietzsche me ha influenciado a seguir diciéndolo: me aferro a esta vida y a todo lo que me brinda formar parte de este complejo mundo del cuál sus misterios primitivos aún nos siguen merodeando en forma de interrogantes filosóficos eternos.
Y quedate tranquilo...vamos a llegar a ser una uña encarnada en el dedo gordo del pie de Cortázar :)