jueves, 4 de marzo de 2010

A los jóvenes de hoy: ¡escuchen Manal!


¿Alguna vez alguien se preguntó qué pasaría si en vez de todas esas banditas nacionales de mierda que no paran de sonar en la radio (usted sabe bien a lo que me refiero, no necesito ser más preciso) los jóvenes de hoy escucharan bandas como Manal? Probablemente nunca se lo haya preguntado y yo sea el único idiota que se pregunta esto. Pero preguntarse tampoco está mal, aunque lo único que saquemos de todo esto sean solo conjeturas, cosas que jamás ocurrirían y solo tienen lugar en nuestra fucking cabeza. Después de todo pensar también es gratis. Bueno, esto no solo es un preámbulo improvisado, tiene su asidero, porque en cierta forma Manal, la banda de la cual quiero hablarles, mantiene en su lírica una fuerte conexión con las preguntas, y estamos hablando de preguntas que rozan el límite de lo existencial. Pero antes de empezar a desmenuzar el primer disco de Manal, que lleva el mismo nombre de la banda y fue grabado en 1970, quiero aclarar algo: no soy una vieja chota, pero la música actual me parece una verga (salvo raras excepciones, ojo) y prefiero deleitar mis oídos con un disco de… ¡1970! Perdón, mejor dicho, sí, soy una vieja chota, un injerto en este mundo de mierda (entiéndase por esto estar condenado a escuchar reggaetón en cada puto lugar al que vaya), Dios me pegó una patada en el culo y acá me encuentro. ¿No podría haberme tirado en Woodstock, me pregunto, o en la Viena de Beethoven o en algún lugar donde no sonara esta música infernal que te perfora los oídos? Bueno, como diría Jack Shephard, o John Locke (da lo mismo), por algo me abra puesto acá, en esta ciudad, en este preciso momento de la historia… ¡para escribir esto y que usted escuche esta banda del carajo! Pobre de mí si esa es mi misión en la vida. Pero mejor arranco porque este preámbulo apocalíptico ya roza el patetismo y la incoherencia.
Con solo leer los nombres de algunas canciones del disco Manal se entiende lo que digo: “Porque hoy nací”, “Todo el día me pregunto”. Y luego están esos otros que delatan una tendencia a lo urbano: “Avellaneda blues”, “Avenida Rivadavia”. Ni hablar si ponemos play y la voz de Javier Martínez empieza a escupir todas esas verdades sobre la vida, la vida en la ciudad más exactamente, en esas frases simples pero tan llenas de sentido. Abre el disco con “Jugo de tomate”. Primero suena un riff de los que ya no se escuchan y enseguida la voz grave de Javier Martínez nos enseña ese mantra que el mismísimo Ricardo Fort envidiaría: “Si queres triunfar con las mujeres/tener muchas que lloren por vos/tendrás que ser muy poco inteligente/tener dinero y una buena voz”. Jugo de tomate frío, eso es lo que deberá correr por tus venas, dice Javier Martínez, eso que no todo el mundo tiene. O ir al programa de Tinelli, tener tu propio reality, etcétera. Los siguientes temas son una síntesis sobre lo que no hay que hacer. Antes dije que pensar era gratis y esta bueno. Okey, no voy a contradecir lo que dije antes, pero cuando el pensamiento es exagerado y deviene en paranoia estamos en problemas, amigos. De eso tratan estas dos canciones. En “Porque hoy nací” J.M repite una melodía lenta y densa acompañado de un órgano que le da un aire de réquiem, y parece haberse tomado la pastilla que lo hizo despertar y lo hace dudar hasta de su propio ser. En “Avenida Rivadavía” ocurre algo similar, un hombre que camina por la calle (sin hablar) con una chica y se pregunta: “¿Cuándo subiste a mi tren, mujer? Que yo no te vi?”. De ese racionalismo exagerado pasamos a “Todo el día me pregunto” (sí, evidentemente este hombre no podía dejar de preguntarse cosas), un blues donde se mezclan cuadros de la ciudad, una ciudad solitaria, de largas caminatas, poco sueño, pocos amigos y preguntas, preguntas, preguntas. Claudio Gabis despliega toda su magia blusera en el solo de guitarra sostenido en la base firme que ofrecen Alejandro Medina en el bajo y Javier Martínez en la batería. Escuchando su excelente despliegue musical, en una época donde no sobraban los virtuosos en este país (¿hoy sí?) no extraña que en su momento hayan sido comparados con la banda inglesa Cream o The Jimi Hendrix Experience. Después apareció Pappo e hizo estragos, claro.
Siguen los dos temas más urbanos del disco: “Avellaneda Blues” y “Una casa con diez pinos”. El primero empieza con una base jazzera y luego la voz de J.M vomita esto: “Vía muerta/calle con asfalto/siempre destrozado”. Podría interpretárselo como un mensaje en una botella a Macri. Esta canción también me deja pensando si Manal no fue al fin y al cabo la primera banda de rock barrial. Okey, no había rollingas, ni recitales en estadios, ni banderas, ni se luchaba por ver qué público tenía más agite, ni existía el paco. El rock era algo que se juntaban a hacer unos cuantos locos en dos o tres clubes de Buenos Aires. Fue antes de Videla, de Malvinas, y de que el rock se dispersara por todas partes.
Una de las razones por las que llegué a Manal fue gracias a un cuento de Fabián Casas. Se llama Una casa con diez pisos, como la canción de Manal. Desde entonces es una de mis canciones favoritas. En este caso J.M se queja del humo, el ruido y la alienación de la ciudad y persigue el sueño de un jardín con simplemente una casa y diez pinos. Pero la parte que más me llamó la atención siempre es la tercera estrofa. Siempre que llega esa parte y la voz de J.M empieza a escupir esos versos se me eriza la piel. Además de golpe cambia el timbre de su voz y parece como si el mundo se cayera en mil pedazos. Dice: “Antes de morir/no hay preguntas que hacer/una simple reflexión/solo se puede elegir/oxidarse o resistir…”. Y luego la solución a todos los problemas de los que hablamos antes (“¡Ah… basta de pensar!”, diría Spinetta): “Prefiero sonreír/mirar dentro de mí/fumar o dibujar/para qué complicar…”. Un pesimista diría: “¡pobres inútiles, hippies pelotudos, se creyeron que con la música y la revolución iban a poder cambiar algo!”.
“Informe de un día” podría ser perfectamente un cuento. Un hombre que se levanta y siente que todo cambió y balbucea que no hay que mirar hacia atrás, que la vida es “ginebra, amigos y nada más”. Mientras está tirado en su cama observa el edifico de al lado donde una familia muy feliz desayuna con su “rutina de continuar”. El final lo elije usted, como en esos libros que leíamos cuando éramos chicos donde había distintos desenlaces posibles. Puede cruzarse al otro edificio y matar a toda la familia con un hacha e irse cantando: “Ellos están (o estaban) ahí, no sé cómo/los puedo (o podía) ver ahí sin dudar”. O puede tocar el timbre y pedir un poco de azúcar. O puede ser un cuento de un gran contenido filosófico donde el protagonista se queda todo el día mirando el techo, como en la canción de Manal. O, si usted quiere, puede pensar otro final.
En fin, me quedo pensando en Manal y lo que me resulta más curioso es que hayan podido hacer tanta buena música en solo tres años. Sigo pensando un rato y me doy cuenta que antes era así. Antes las bandas duraban cuatro años a lo sumo y en ese corto lapso de tiempo te dejaban una música del carajo. Hoy parece que las bandas necesitan una eternidad para hacer un poco de música como la gente porque tocan diez, quince o veinte años y uno todavía está esperando que hagan algo.

3 comentarios:

el nuevo dijo...

Tal cual. Muy bueno. Aguente los '70.

valeria dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
valeria dijo...

Es la tercera vez que paso por esta entrada y ya no podía irme sin comentar al menos algo.
¡El calor está acabando con mi inspiración! Estos últimos días me están matando :( No solo no puedo concentrarme ni siquiera para escribir un e-amail decente, ni siquiera se de dónde sacar las ganas para ponerme a estudiar, por ende me paso la gran parte del día tirada en la cama escuchando música...y música...y más música.
Pero París me espera y cuando haga un poquito más de frío voy a volver a pedir un café...no quisiera arruinar esos momentos con palabras aburridas sobre mi colapso mental de esta última semana.
¿Qué decir de Manal, y particularmente de ese disco que ya no te haya dicho? Si lo conocí gracias a vos. Bendita sea la música de los '70 Manu...nuestra escapatoria a los ruidos feos de hoy en día.
Al menos nos quedan estas reminiscencias de épocas que no vivimos pero que para siempre serán inmortales. Aunque nos hagan retorcer la cabeza pensando y a veces estemos a punto de gritar, tal cual cantó el Flaco...¡oh, ya basta de pensar!...pero vos y yo sabemos que nuestras cabezas retorcidas no pueden dejar de generar pensamientos...o de simplemente...volar al ayer.