domingo, 11 de abril de 2010

César Aira y Los misterios de Rosario


Hay bandas de rock que tienen pocos seguidores pero, sin embargo, son admiradas y respetadas dentro del ambiente. Los músicos consagrados siempre se guardan un párrafo para elogiarlas, los periodistas de rock hablan de ellas, pero sin embargo nadie las conoce. Y entonces terminan adquiriendo la etiqueta de “banda de culto”. En la literatura ocurre algo similar. De César Aira podría decirse que es un “escritor de culto”: es un referente de las nuevas generaciones de escritores, aparece en los suplementos culturales, todos hablan de él. Sin embargo, no pertenece al grupo de escritores best-sellers, mediáticos y taquilleros. Sólo decir que hay un grupo en facebook que tiene poco más de 300 seguidores basta. César Aira es un escritor marginal, un outsider, solo para fieles, lo mismo que bandas como Pez, El mató a un policía motorizado, Patrulla espacial, Bicicletas, etcétera.
De la misma manera que ocurre con ciertas bandas adentrarse en la literatura de César Aira puede ser complicado y lleva su tiempo. Es posible que requiera más de una lectura y que recién comencemos a disfrutarlo luego de leer tres o cuatro libros del autor. A la vez esto lo vuelve más gratificante ya que una vez que uno entra en el mundo de Aira, no hay forma de salir.
En Los misterios de Rosario (1994) la normalidad dura solo un párrafo. Alberto Giordano es un joven profesor de literatura que da cursos en la Facultad de Humanidades. Pero esa aparente normalidad del argumento se desmorona enseguida. En el segundo párrafo el desprecio visceral de César Aira por el realismo y su tendencia innata a lo fantástico e inesperado convierte a Rosario en escenario de una catástrofe climática que va a significar el fin del mundo. O como dice un personaje: el fin de Rosario. A partir de ahí todo se vuelve delirante e impredecible: hay tormentas de nieve, aparecen muñecos de nieve con vida y otros personajes insólitos (el Hombre Fantasticular, el Pterovila, las Tres Mutantes Mnémicas). Sobre el realismo dice el autor: “Creo que la narrativa, en la Argentina por lo menos, ha caído en un realismo un poco chato, casi costumbrista, costumbrista tecno, pero costumbrista al fin. Hay una chatura tal (…) Ha quedado relegada la invención.”
Como en todas las novelas de Aira lo cotidiano convive con la presencia de lo insólito. Alberto Giordano está más preocupado en que nadie se anotó en su seminario (incluso su nivel de paranoia lo lleva a pensar que hay una conspiración contra él) o en conseguir una dosis de proxidina, remedio al que es adicto, que en la posibilidad de que el mundo se caiga a pedazos. Además, la percepción del protagonista tiene un lugar central en la novela. Sus reflexiones delirantes, su personalidad enajenada y un alto grado de paranoia se cruzan con la presencia de lo fantástico. Mientras se gesta el fin del mundo (o el fin de Rosario) los personajes discurren sobre otras cuestiones tranquilamente. “¿Por qué volverlo el tema del día?”, se pregunta uno de ellos.
El autor tiene una habilidad sorprendente para romper las reglas de la literatura. Pero no lo hace como deporte, cual boom de los años 60’. Su prosa se caracteriza por una libertad insaciable tanto en el devenir delirante de los hechos que narra como en la estructura misma del lenguaje (de hecho, una de las líneas argumentales es que el protagonista está perdiendo la memoria y, con ello, la capacidad de lenguaje). Por momentos el hilo de la narración parece deshacerse como sucede con los sueños. Los hechos parecen desconectados. El mismo protagonista cuestiona la veracidad de lo que está sucediendo. ¿Como puede estar nevando en Rosario? ¿Cómo va a haber un muñeco de nieve viviente? ¿Cómo va a estar ocurriendo el fin del mundo? Sin embargo los hechos insólitos se siguen sucediendo. Y, como en los sueños, uno nunca termina de entender lo que está pasando.
Si César Aira fuera llevado a la pantalla grande el director más adecuado para hacerlo sería, sin duda, David Lynch. En las películas de Lynch también todo se vuelve inexplicable, la realidad se mezcla con la fantasía, los límites se vuelven borrosos y el espectador tiene la sensación de haberse clavado una pepa.
Otra constante en las novelas de César Aira, que se mantiene en Los misterios de Rosario, es la presencia fuerte de un narrador que hace aclaraciones sobre el proceso de escritura que queda a la vista. Hay digresiones constantes en la narración, el narrador le recuerda todo el tiempo al lector que está leyendo una novela o salta de un tema a otro con total libertad. Incluso en otras novelas, como en La costurera y el viento, el narrador comienza confesando su intención de escribir una novela y comparte con el lector la búsqueda del argumento. Pero no lo hace porque piense que el lector sea boludo. Esas acotaciones son parte de la novela misma, hay un juego constante entre teoría y acontecimiento que en Aira van de la mano.
Es imposible ignorar la ironía que esconde el título de la novela que remite a Los misterios de París de Eugene Sue. Esta fue a mediados del siglo diecinueve una de las obras más representativas del realismo. Es la contracara de lo que César Aira entiende por literatura. Para él la literatura no es importante, es solo un juego, no tiene una función social ni algún fin. Ni hablar de generar una revolución a partir de ella. Y ese mensaje está claro en Los misterios de Rosario: “El arte no es un fin en sí mismo, pero la novela sí lo es”.
Lo que queda claro es que a César Aira la realidad lo aburre. Es necesario que ocurran cosas disparatadas y para el lector la experiencia de leerlo es algo así como escuchar al primer Pink Floyd o tomarse un ácido. Y vale la pena probar.

5 comentarios:

JD dijo...

Mejores clases de literatura ever: panorama de la literatura I y II de Ezequiel de Rosso y Celina Manzoni en la FUC. Enseñan con amor y lucidez a Aria, Bolaño, Rulfo y tantos otros.

El anacoreta dijo...

una mención especial para JD que me prestó el libro con una advertencia especial: "al principio de va a enganchar pero después no vas a entender nada y vas a querer asesinarlo".

JD dijo...

No creo que el mejor director para adaptar a Aira sea David Lynch... las oscuridades de la mente y los deseos no son los primeros planos en la obra del rosarino(?) y si lo son en Lynch...
Takeshi Mike con su pelicula http://www.youtube.com/watch?v=Vw5fWqmP6fY quizas sea mas indicado. O por que no una adaptación realista dirigida por Lucrecia Martel.

PD: Cuando devolves el/los libros?
PD2: si tenes ganas de tomar pepa no te detengas.. debe ser menos nocivo que leer cuatro libros de Aira.

El anacoreta dijo...

yo creo que una buena comentarista de este blog podria ser la señora que nos empezo a hablar la otra vez a la salida del cine. Dormimos en no pasarle la direccion. Tenemos que ir mas seguido al arteplex para cruzarla y pasarle el dato, y de paso ir a comer comida china.
Tenes razon, Lynch es demasiado oscuro. Aira va mas con el delirio de este tal Takeshi Mike.

valeria dijo...

Me nombraste a Pink Floyd y a Lynch y me convenciste Manu, voy a leerlo, se que no dejo de decirte que voy a leer mis pendientes...sinceramente no podria decirte cuando, pero vos creeme que algun dia lo voy a hacer, y tengo unos cuantos anotados con tu nombre de referencia.
Por otra parte te felicito por la redacción que es lo más importante que quiero remarcar. Las comparaciones son geniales, la lectura es amena y el tema es interesante :)