martes, 21 de septiembre de 2010

¿Qué se puede hacer salvo ver comedias románticas?


No hay nada más triste para alguien que está pasando un mal momento que juntarse con gente que le refriega su felicidad en la cara. Parece a veces que algunas personas fueran más felices porque hay gente que no es feliz. Es como las señoras que sienten compasión cuando ven a un chiquito pidiendo monedas en un semáforo. Necesitan que exista un pobre para bajar la ventanilla, dejar caer una moneda y sentirse buenas personas. De la misma manera, los felices necesitan de los infelices para hacer valer su felicidad.
Debería existir otra manera de saludar a las personas (especialmente a aquellas que no queres saludar) que el cómo andas. Una pregunta exageradamente arbitraria cuya única respuesta es bien. Salvo otras opciones recurrentes como decir tirando o ahí andamos (como si tu ser estuviera escindido en dos, aunque probablemente lo esté). Porque si respondes otra cosa enseguida tenes que empezar a dar explicaciones. Pero hay otro tipo de personas que te va a contar todo lo que le pasó en los últimos dos años. Y si en esos últimos años fue contratado por una empresa multinacional, se casó, tuvo dos hijos y se fue de vacaciones a Miami, se te va a quedar mirando con una sonrisa idiota que daría ganas de estamparle una trompada en medio de la cara. ¿Y vos?, pregunta. Nada, vos ahí, seguís trabajando de lo mismo, todavía no te recibiste, vivís solo en un departamento (si no seguís viviendo con tu familia), nada, qué se yo. Si en ese momento todavía no le estampaste la cara de una trompada ya estarás empezando a sentirte un desgraciado.
“Siempre supiste como hacerme sentir una mierda en 30 segundos”, dice Harvey (Dustin Hoffman) ante la falsa sonrisa de su ex mujer.
Last chance Harvey (titulada Nunca es tarde para enamorarse en español) no aporta nada nuevo a la historia del cine, es una comedia romántica americana más, aunque sucede en Londres. Empieza mostrando paralelamente las vidas deprimentes de Harvey Shine y Kate Walker (Emma Thompson). Harvey reúne todos los atributos del hombre desgraciado: está divorciado, es un pianista de jazz frustrado que escribe jingles para publicidades, su jefe es un hijo de puta, tiene menos habilidades para levantarse minas que un manco para hacer malabares. Para variar su hija, que se va a casar, le dice que prefiere caminar hasta el altar con su padrastro. A Kate no le va mucho mejor. Es una solterona que trabaja como encuestadora en el aeropuerto de Heathrow en Londres, vive asediada por los constantes llamados de su madre que cree que su nuevo vecino polaco es un asesino serial y esconde los cadáveres en el jardín. Tiene una sola amiga, Oonagh, que le organiza aburridas y deprimentes citas a ciegas. Lo peor de todo es que Kate está convencida de que quiere morirse sola, tal vez influida por la historia de su madre a quien su padre abandonó cuando ella era chica, y se fue a Francia con la secretaria.
Ambos tienen más de 60 años, lo cual hace sus vidas más tristes. Ambos perdieron cualquier tipo de esperanza en la vida.
Pero la vida de ambos va a cambiar cuando se encuentren en un bar en Londres en el peor momento de sus vidas. A Harvey su hija le acaba de decir que prefiere que su padrastro la acompañe al altar y su jefe hijo de puta lo acaba de echar porque los clientes ya no estaban contentos con sus jingles y preferían a gente más joven, y encima perdió el vuelo de vuelta. Kate está cansada de los delirios de su madre que vive espiando a través de la ventana lo que hace su vecino polaco y la llama a cada segundo, y de esas deprimentes citas que le organiza su amiga. Peor que eso no se puede estar, aunque claro que el sufrimiento es algo completamente subjetivo. Mientras Kate se evade de la realidad leyendo una novela barata y tomando vino, Harvey va a hacer uso de sus escasos recursos para seducir mujeres (luego de clavarse un vaso de whisky). Al principio ella no le va a dar bola y le va a pedir que la deje leer tranquila. Pero no van a tardar mucho en ponerse de acuerdo en su odio a la sociedad y acabarán peleándose por ver quien es el más desgraciado de los dos.
Hasta ahí va bien la película, si bien no deja de ser una comedia romántica más, parece ser interesante la historia de dos infelices que deciden descubrir si la vida puede ser menos gris. Pero no va a tardar mucho en caer en las trivialidades propias del género, como cuando ella le insiste para que vaya al casamiento de la hija (¿para qué? Deja que se muera tranquila la hija de puta de la hija que le dijo al pobre de Harvey que prefería caminar al altar con el insoportable del padrastro). Entonces él le compra un vestido, y caen de colados a la fiesta de casamiento. Los sientan en la mesa de los chicos (como en una película de Ben Stiller) y cuando le toca el turno del brindis al “padre”, que en realidad es el padrastro, Harvey se para en una muestra de coraje (o una forma de enamorar a Kate), y da un discurso menos conmovedor y verosímil que los discursos de Cristina (Paréntesis. ¿Qué mierda tiene que ver el bicentenario de la Biblioteca Nacional con los dos nuevos aviones de Aerolíneas Argentinas, el nieto 102 recuperado, la libertad, la salud de Néstor, Beatriz Sarlo, etcétera?). Y por si faltaba algo, cuando quedan para juntarse a la mañana siguiente en una plaza, él no llega a la cita porque… se le para el corazón y se queda tumbado en las escaleras del hotel.
No se puede esperar otra cosa de una comedia romántica. Pero tampoco voy a hacerme el snob diciendo que solo veo películas de Woody Allen, Godard o Kusturicka. A todos nos gusta cada tanto mirar una comedia romántica y conmovernos (aunque después nos burlemos de lo mismo que nos hizo conmovernos en algún pasaje de la película). No se me ocurre otra manera de terminar este post: si te gusta el durazno, bancáte el carozo. O como diría García: bancáte ese defecto.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

anacoreta gorila!

Negro dijo...

Me siento muy identificado con la parte en que hablas de la forma desaludar, con la respuesta obvia de bien porque sino habria que dar muchas explicacionesl o pienso muy seguido ajaj.

nerd dijo...

saludar es una mierda. Se puso automata y careta. Tengo un conocido que se canso y ya no saluda. en cambio, cuando te ve, te empieza a hablar de un tema trivial equis como
"el futbol se fue a la mierda" y otras banalidades

Anónimo dijo...

Last chance harvey es muy buena. Escuchame, la hace buena esa belleza que es Ema Thompson.
A las comedias románticas hay que verlas en tono de las comedias románticas.