jueves, 10 de febrero de 2011

Soy tan vulnerable a tu amor


Hay sucesos que difícilmente puedan tener alguna incidencia en el curso normal de nuestras vidas y, sin embargo, es a estos extrañamente que nos sentimos más atados. Programas televisivos, el final de una telenovela (que ni siquiera vimos), entrevistas (que casi nunca dicen nada), discursos políticos (que casi nunca dicen nada). El hecho de que la única forma que tengamos de presenciar estos hechos sea a través de un televisor evidencia las escasas posibilidades de que cambien algo en nuestras vidas. El suceso por excelencia que nos mantiene atados a la caja boba con frecuencia son los partidos de fútbol. Estos poseen una cuota de incertidumbre que mantiene las expectativas vivas hasta último momento. Un partido, aunque sea un embole, siempre guarda la esperanza de que pase algo en el último minuto. Por eso, más si somos hinchas del equipo que está jugando, apagar el televisor sería perderse alguna jugada memorable o la inigualable sensación de meter un gol en el último minuto y ganar el partido. Está claro que eso no pasa casi nunca. Menos si el equipo que juega es la selección argentina.
Uno de los hechos más esperados de los últimos años, y que una vez más nos vuelve a poner frente a la pantalla, es que Messi finalmente se haga hombre y se ponga el equipo al hombro, como quiere el técnico Batista que hasta borró a Tévez para que Messi se sienta más cómodo y no se deprima. Hasta ahora lo único que lo vimos ponerse al hombro fue un saco para una publicidad de una marca de ropa.
Hay pocas cosas en la vida más despreciables y patéticas que un periodista haciendo un análisis sociológico. Peor aún si se trata de un periodista deportivo. Entendámoslo de una vez: el fútbol no tiene nada que ver con la vida. Quienes lo practican son personas que ganan millones de dólares al año, no laburaron nunca, salen con modelos, por lo tanto, cualquier cosa relacionada con ellos nada tiene que ver con usted y yo. En este caso era Juan Pablo Varsky, columnista del diario La Nación, el que en una de sus notas hacía una distinción sociológica entre los amantes de Messi y Tévez. Según explica Varsky (mientras Germani, Foucault y compañía se revuelcan en sus tumbas) Tévez es el jugador del “pueblo” y Messi es el jugador de la “gente”. No es mi intención hacer un análisis semántico del tema, pero el término “pueblo”, usualmente utilizado por la izquierda (uno no se imagina a Macri haciendo alusión al “pueblo”), aquí aparece utilizado de forma peyorativa y errada, ni siquiera pegó en el palo, se fue por arriba del travesaño (cruzó el Océano Atlántico, la vieron en Villa del Parque, diría si fuera relator de fútbol. Pero no lo soy). Primero, ¿qué es lo que lo hace pensar al periodista que a Tévez lo quiere la clase baja? Segundo, ¿por qué hay que ser incivilizado y pobre para querer a un jugador feo, negro y bruto? Tercero, ahora que su novia es la “divina” de Patito Feo, ¿acaso no debería quererlo también la clase media y alta? El razonamiento que se esconde detrás de este análisis es el siguiente: Tévez es un negro de mierda + a los negros de mierda le gustan los negros de mierda = Tévez le gusta a los negros de mierda. Mientras tanto se supone que la gente que tiene guita tiene tatuado a Messi en su espalda y que la sola presencia del jugador de Fuerte Apache en el banco de suplentes le produce vómitos. Lo más gracioso es la frase que viene después: “Si me disculpan el delirio, uno sería un peronista apasionado, el otro un ejecutivo apolítico”. No le perdonamos el delirio, Varsky. Rectifíquese. Deje de decir idioteces. Me pregunto si no pensará también que Tévez reparte televisores y heladeras para ganarse al pueblo. Las comillas le dan un poco de elegancia a un razonamiento que roza lo discriminatorio. No extrañaría, de todos modos, que dentro de poco el mismo periodista repudiara que una hinchada le cante a la otra que “son todos bolivianos y paraguayos”.
Pensar que los gustos y prácticas de la sociedad son diferentes según la clase social es una estupidez a esta altura, donde la globalización no solamente ha causado estragos en los países más pobres, sino que ha universalizado los gustos. Cada vez tenemos más cosas en común, aunque para algunos resulte aberrante tan solo imaginarlo. Todos vemos Tinelli, todos leemos las mismas revistas, deseamos tener el mismo celular, el buzo adidas, a todos nos gusta comer en McDonald’s, tomar cerveza, las mujeres, Gran Hermano, etcétera. No todo es cuestión de ricos y pobres, blancos y negros. Aunque a algunos les guste creerlo.
Ganó Argentina 2 a 1.

3 comentarios:

mauro dijo...

¿de verdad viste ese partido?

"Hasta ahora lo único que lo vimos ponerse al hombro fue un saco para una publicidad de una marca de ropa." Bunisima esta frase!!!

Coincido en que no hanada mas horrible que escuchar aperiodistas deportivos haciendo analisis sociologicos, como cuando les preguntan a los jugadores si tuvieron una infancia dificil e la pobreza.. Esaria buenisimo que undia uno les conteste: no, naci en un barrio privado y comia caviar todas las noches. Jaja.

Gonza Averna dijo...

Excelente.

Da gusto volver a la actividad blogueril (?) con cosas así.

Un abrazo.-

El anacoreta dijo...

el futbol siempre es una excusa para volver al blog