Debe haber pocos discos en la historia del rock que hayan debido pasar por tantas peripecias para finalmente conocer la luz (sin piratería de por medio) como Kill Gil. Sólo parece superarlo Smile, de los Beach Boys, cuya grabación fue interrumpida en 1967 por los desordenes mentales de su líder Brian Wilson (nunca se acostumbró a la idea de que los Beatles eran mejores), que en 2004 se dio el gusto de terminar el álbum en solitario. El extenso desierto árido que deben atravesar los pilotos que participan del Dakar es una calesita al lado del largo camino recorrido por Charly García para publicar este álbum. Hay que remontarse a 2005 si se quiere encontrar la génesis de este proyecto. Por ese entonces Charly grabó la primera versión de Kill Gil en el estudio que tiene Palito Ortega en Luján. Pero el disco rígido donde estaba guardado se rompió y hubo que empezar todo otra vez. En 2006 con la ayuda de María Eva Albistur, ex bajista y corista de Joaquín Sabina, Charly volvió a grabar el disco en su totalidad. Pero no estaba conforme, así que contrató a Andrew Loog Oldham, productor de los Rolling Stones hasta 1967, y de los discos Hecho en Memphis (1993) y Planeta Paranoico (1996) de los Ratones Paranoicos, para que produjera el proceso final del disco. Además habría otras peras en el camino como la precoz aparición del disco en internet en 2007, una pelea de carácter novelesca con su hijo Migue (que por su alto contenido sangriento da para un thriller de Tarantino), peleas con la compañía discográfica y una larga lista de etcéteras que culmina con su traumática internación en 2008, que ya todos conocemos. Todo lo que vendría después parecería no tener nada que ver con Kill Gil, como si el caos, la desolación, el desamor, las drogas y todo lo problemático de este disco terminara ahí, con su internación. No me gustan las polarizaciones maniqueas, a las que son tan adeptos los noticieros y los diarios, pero el Charly que canta “dicen que estoy loco haga lo que haga”, “la gente que nunca duerme es más real” o “la jaula no es tan solo esta pared” no es el mismo que toca covers de sí mismo en los recitales intentando ser una pizca de lo que fue en el pasado. Hace algunos años decía que ya no quería tocar canciones anteriores a Say no more (1996). La (auto)destrucción y la decadencia eran parte de su arte. Ir a un recital y verlo pintarrajeado con aerosol, con cortaduras, sin voz y sin la lucidez necesaria para tocar el piano eran quizás condimentos necesarios para la concreción de su obra. A Charly tampoco nunca pareció importarle no tener la voz que tenía en Serú Girán o tocar el piano como en La Máquina. Todo eso se derrumba con su “recuperación” y su regreso rimbombante de la mano de su amigo Palito Ortega y su (ahora) ex manager Fernando Szereszevsky. Ahora todo parece ser una puesta en escena. Cada paso que da arriba de un escenario, cada palabra, cada gesto, cada nota, todo parece estar minuciosamente ensayado, como si fuera una coreografía de Show Match. Pero a diferencia de lo que ocurre en las películas, en este caso lo que sucede es poco creíble y solo los más fervientes fanáticos se creen esa puesta en escena. A tal punto esto es así que hasta tuvo que contratar a los músicos que lo secundaron en los 80s, para que todo fuera más creíble. Por todo eso (y mucho más) es raro escuchar Kill Gil.
Así y todo, hay que decirlo, Kill Gil es un gran disco. Desde Say no more (1996) que Charly no sacaba un disco tan bueno. Desde La hija de la lágrima (1994) que no conseguía un sonido tan limpio, pese al caos en que se engendró el disco. Ahí hay que darle cierto mérito a Oldham. Hacía mucho que Charly no hacía un disco donde los instrumentos se escucharan con tanta claridad, donde no se excediera en sobregrabaciones, donde las voces estuvieran en primer plano, donde imperara cierto orden entre el caos del concepto Say no more que, gracias a Dios, la internación no logró sepultar. También, Kill Gil es uno de los discos más rockeros del bigote bicolor. Las guitarras eléctricas se destacan por sobre los teclados y abundan los riffs en temas como “Break it up”.
Kill Gil es un disco conceptual, más allá de la historia que entrelaza las canciones (alguien que decide poner una bomba en Nueva York y manda mensajes a sus familiares a través de canciones para que se salven), un recurso que García ya ha utilizado en otros discos como La hija de la lágrima y Sinfonías para adolecentes (2000). El hilo conductor del disco, más que la historia (que casi siempre hay que explicarla para que se entienda), parece ser una sensación de desolación y desesperanza que da miedo. El estribillo de “No importa”, canción que abre el disco, con un gran espíritu rockero (“no importa la revolución/no importa Chopin/no importa lo que digas vos…”) y un alto contenido foucaultiano, es poco esperanzador en cuanto a la situación actual del mundo: “el mundo es un patio de prisión/¿a dónde quieres ir?”. García siempre tuvo una mirada aguda para comunicarnos que era lo que estaba pasando en el mundo. Desde el canto rebelde juvenil de Sui Generis, la crítica a la grasada en Serú, el cambio de paradigma de los 80s (“él se cansó de hacer canciones de protesta y se vendió a Fiorucci), etcétera. En la era de la gilada Charly sigue siendo un gran cronista de nuestros tiempos.
Hay algunas canciones, como “Transformación”, que pertenecen a discos anteriores (el olvidado Seru 92’) o son de otros artistas, como la maravillosa versión de “Watching the wheels” de Lennon, pero que en este contexto se resignifican completamente. “Transformación” debe ser la canción más sufrida del rock nacional, no se me ocurre otra canción que encierre tanto dolor, desesperanza y una dosis tan alta de incomprensión: “cada vez que quieras disfrazar/todos esos disfraces abrirán tu piel/y cuando estés cansado de sangrar/verás que ya no hay nada que ganar”. Si pensamos en la situación en que se encontraba García en el momento en el que grabó esta canción, frases como “no insistan en ponerme cerraduras” o “cuando quiero salir no me importa morir” se llenan de significado. Un tipo que es sacado de un hotel atado a una camilla diría eso, claramente. De la misma manera, el mensaje que quería dar Lennon al escribir “Watching the wheels” se resignifica completamente en esta versión. Lennon estaba loco porque no grababa más discos y quería estar con su familia (“cuando digo que estoy bien/ellos me miran sin entender”), Charly en cambio viene a ser un incomprendido por la sociedad. Si leemos entrevistas de esa época nos encontramos con un García en la ruina que pide a gritos ayuda, hasta dice que alguien debería pagarle un millón de pesos por ser Charly García.
Kill Gil tiene, además, hits pegajosos como “Los fantasmas”, canciones de (des)amor como “King Kong” (“cuando el amor se va/no lo esperes”), un rock n’roll como “In the city that never sleeps” que parece compuesto por Mick Jagger y Keith Richards, temas para quedarse despiertos toda la noche como “Pastillas”, la participación estelar de Palito Ortega en “Corazón de hormigón” que aparece en el disco como una señal de esperanza (¡ablanda tu corazón!). Y no faltan las segundas, ¡y hasta terceras!, versiones, como “Telepáticamente” y “Happy and real”, aunque la genialidad de las interpretaciones justifican dichas inclusiones en el disco.
“Te voy a dar un colchón/con ruedas y un planeador/para que puedas ver/toda tu vida desde acá”. Charly García siempre ha tenido la habilidad de musicalizar los mejores momentos de nuestras vidas y hacer que sus canciones funcionen como anteojos a través de los cuales ver la realidad. Kill Gil no es la excepción. Charly nuevamente nos alcanza el auricular, y nos da un disco para mirar.
Así y todo, hay que decirlo, Kill Gil es un gran disco. Desde Say no more (1996) que Charly no sacaba un disco tan bueno. Desde La hija de la lágrima (1994) que no conseguía un sonido tan limpio, pese al caos en que se engendró el disco. Ahí hay que darle cierto mérito a Oldham. Hacía mucho que Charly no hacía un disco donde los instrumentos se escucharan con tanta claridad, donde no se excediera en sobregrabaciones, donde las voces estuvieran en primer plano, donde imperara cierto orden entre el caos del concepto Say no more que, gracias a Dios, la internación no logró sepultar. También, Kill Gil es uno de los discos más rockeros del bigote bicolor. Las guitarras eléctricas se destacan por sobre los teclados y abundan los riffs en temas como “Break it up”.
Kill Gil es un disco conceptual, más allá de la historia que entrelaza las canciones (alguien que decide poner una bomba en Nueva York y manda mensajes a sus familiares a través de canciones para que se salven), un recurso que García ya ha utilizado en otros discos como La hija de la lágrima y Sinfonías para adolecentes (2000). El hilo conductor del disco, más que la historia (que casi siempre hay que explicarla para que se entienda), parece ser una sensación de desolación y desesperanza que da miedo. El estribillo de “No importa”, canción que abre el disco, con un gran espíritu rockero (“no importa la revolución/no importa Chopin/no importa lo que digas vos…”) y un alto contenido foucaultiano, es poco esperanzador en cuanto a la situación actual del mundo: “el mundo es un patio de prisión/¿a dónde quieres ir?”. García siempre tuvo una mirada aguda para comunicarnos que era lo que estaba pasando en el mundo. Desde el canto rebelde juvenil de Sui Generis, la crítica a la grasada en Serú, el cambio de paradigma de los 80s (“él se cansó de hacer canciones de protesta y se vendió a Fiorucci), etcétera. En la era de la gilada Charly sigue siendo un gran cronista de nuestros tiempos.
Hay algunas canciones, como “Transformación”, que pertenecen a discos anteriores (el olvidado Seru 92’) o son de otros artistas, como la maravillosa versión de “Watching the wheels” de Lennon, pero que en este contexto se resignifican completamente. “Transformación” debe ser la canción más sufrida del rock nacional, no se me ocurre otra canción que encierre tanto dolor, desesperanza y una dosis tan alta de incomprensión: “cada vez que quieras disfrazar/todos esos disfraces abrirán tu piel/y cuando estés cansado de sangrar/verás que ya no hay nada que ganar”. Si pensamos en la situación en que se encontraba García en el momento en el que grabó esta canción, frases como “no insistan en ponerme cerraduras” o “cuando quiero salir no me importa morir” se llenan de significado. Un tipo que es sacado de un hotel atado a una camilla diría eso, claramente. De la misma manera, el mensaje que quería dar Lennon al escribir “Watching the wheels” se resignifica completamente en esta versión. Lennon estaba loco porque no grababa más discos y quería estar con su familia (“cuando digo que estoy bien/ellos me miran sin entender”), Charly en cambio viene a ser un incomprendido por la sociedad. Si leemos entrevistas de esa época nos encontramos con un García en la ruina que pide a gritos ayuda, hasta dice que alguien debería pagarle un millón de pesos por ser Charly García.
Kill Gil tiene, además, hits pegajosos como “Los fantasmas”, canciones de (des)amor como “King Kong” (“cuando el amor se va/no lo esperes”), un rock n’roll como “In the city that never sleeps” que parece compuesto por Mick Jagger y Keith Richards, temas para quedarse despiertos toda la noche como “Pastillas”, la participación estelar de Palito Ortega en “Corazón de hormigón” que aparece en el disco como una señal de esperanza (¡ablanda tu corazón!). Y no faltan las segundas, ¡y hasta terceras!, versiones, como “Telepáticamente” y “Happy and real”, aunque la genialidad de las interpretaciones justifican dichas inclusiones en el disco.
“Te voy a dar un colchón/con ruedas y un planeador/para que puedas ver/toda tu vida desde acá”. Charly García siempre ha tenido la habilidad de musicalizar los mejores momentos de nuestras vidas y hacer que sus canciones funcionen como anteojos a través de los cuales ver la realidad. Kill Gil no es la excepción. Charly nuevamente nos alcanza el auricular, y nos da un disco para mirar.
5 comentarios:
gran disco para escuchar en un viaje a mar del plata :p y buen post! se nota q charly está en los posters de tú cuarto.
prefiero tus post sobre artistas internacionales onda mgmt a jubilados en recuperacion despertando de un sueño rockstar vendiendo humo para comprar ansioliticos
jd, solamente tengo un poster en mi cuarto que es de Riquelme, algunas fotos de lennon, piazzola y cortazar tiradas por ahi. Deberias haber sido amig mio cuando tenia 14 años y la pared de micuarto era un colagge cubierto de las fotos mas inverosimiles...
anonimo, si no le interesa tiene el derecho de no leer
Muy buen disco, una ironia el titulo si uno la ubica en espacio y tiempo seria un consejo para el propio charly!
Saludos.
Muy buen blog
gracias pablo.
la verdad que si, es una ironia que el disco haya salido ahora con charly en este estado, en el cual parece inimaginable una presentacion del disco. De todos modos, el disco la rompe y todo lo demas chupa un huevo ¿no?
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